sábado, 20 de febrero de 2016

¡Quita las manos de mi hijo!



Umberto Eco

Acribillado a preguntas y para zanjar la cuestión una vez por todas, he ido a ver La Pasión de Mel Gibson. En un pase privado, en un país extranjero (donde al menos la habían prohibido a los menores). Pero se entiende perfectamente, porque hablan en arameo. Además, los romanos chillan en vez de hablar. Tengo que decir de inmediato que esta película, técnicamente muy bien hecha, no es una expresión de antisemitismo o de fundamentalismo cristiano. Es una película obsesionada con la mística del sacrificio cruento.